miércoles, 13 de octubre de 2010

Un cuentito...pero real.....

Para Don Luis, mi Papá, el mejor


Un recuerdo……
                                                                              
Comenzar la adolescencia, no es fácil para nadie, más aún si se debe compartir con una vecinita, en la misma circunstancia.

El vivir a esa edad era casi una travesura,  parte de un juego, uno de tantos otros, como de tomar la leche con cacao y reír hasta que saliera por la nariz, mirar la tele y quedar dormidos rendidos por correr o por tardes de pileta de lona, libertad natural, que había sido ganada, por la simpleza de ser amiguitos, desde siempre, desde ese día sin memoria.

Todos los momentos nos parecían lindos, hasta cuando la misma mesa, se llenaba de libros, papeles para recortar y pegar para el cole, igualmente encontrábamos la picardía e inocencia para disfrutar.

Pero llego el día que las hormonas inquietas y en ebullición, se combinaron, y algo se desató,  en un torrente de sensaciones desconocidas.

Los rincones pasaron a ser  protagonistas, para que cuatro manos exploradoras comenzaran a devorar espacios, en busca de pliegues y salientes sobre una ropa interior impregnada de una primavera misteriosa que hacía estallar el corazón.

Un corto silbido para adentro, la contraseña de alerta,  indicaba que se podía aprovechar el estar solos, con un poco mas de espacio, simplemente saltando una pared, desgastada de un trafico permanente de idas y vueltas, no importando, cuanto seria el tiempo, segundos o cortas horas, todo servía y se explotaba al máximo.

Los límites eran la vergüenza, el miedo y lo desconocido, no había consultas ni comentarios, el secreto era de lo más íntimo, incierto.

De a muy poco se avanzaba, reconociendo una región frecuentada y estirando un poco mas los dedos, hasta el dolor de la incomprensión, llegando a querer y no querer.

Los instantes, que se convertían en placenteros, llenos de magia, con un ridículo y enorme espacio imaginario, que despertó a la realidad.

Una  de los tantos crepúsculos de encanto, viviendo una plena colisión, un ruido familiar, alertó una llegada inesperada, que puso en marcha la estrategia nunca antes ensayada, para este pasajero inconveniente.

La poca ropa no puesta, volvió de una forma inexplicable a su lugar bruscamente, y la pared no fue obstáculo para desaparecer, desvanecerse.

Frente a la visita  imprevista, pero prevista, mi pálida cara fue más fuerte que el silencio.

La madurez y enseñanza del viejo, solo dejo entrever, una cómplice sonrisa………

Aún, después de muchos, muchos años, de analizar lo relatado, me pregunto si mi viejo advirtió lo que estaba sucediendo, o solo fue un gesto simple y sencillo, de deseo de buenas tardes……

 Oct 2007

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