Un potente grito primitivo, llevo mi vista a la tercera rompiente, olvidé mi miedo al mar y que nunca habría logrado ni siquiera flotar.
Raspé mi pansa en la arena en una torpe zambullida, tomé su mano en un agua helada.
Me incorporé, con mucha vergüenza, reparando que la marea no superaba las rodillas.
¿Estas bien? me respondió ¿en el cielo?
Llegamos a la arena seca sin darnos cuenta, de que aún estábamos de la mano.
Solo hubo un reclamo, "no puede mirarme así, sin generar consecuencias".
Vamos a ducharnos con agua caliente, vivo en el edificio de enfrente...
Ufa, me despertó Nina, mi gata que quería salir.
Cabeza de Apio 10Jun24
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