miércoles, 29 de enero de 2020




Un estallido de vidrios, me despertó…

Trataba de entender que estaba pasando, tal vez había sido una pesadilla y solo debía volver a conciliar el sueño.
Apreté la almohada con mi brazo derecho y otra vez, esto ya confirmó que era real y salté sobre mis alpargatas confundiendo la izquierda con la derecha.
Todos dormían incluyendo al perro que estaba desparramado en la alfombra.
Mire por las hendijas de ventana que da a la calle, una suave brisa movía las pocas hojas de primavera del árbol de al lado, estaba desierto, trate de alcanzar la esquina sin levantar la cortina.
El vecino de enfrente salió en calzoncillos que me causaron mucha gracia, nunca lo hubiera imaginado luciendo esos colores en su intimidad. 
La vieja loca de arriba le gritaba “que paso” “que paso” y poco a poco la cuadra estaba alborotada a las tres y media de la madrugada, el murmullo, el movimiento de entrar y salir, los bebes mellizos de abajo rompieron en llanto inconsolable, la turca sin turbante con un camisón muy transparente.
Y ahí salió Don Ramón, oficial del ejército retirado con el chumbo y disparó dos tiros al aire.
Se escuchó al curda de la esquina a media lengua gritar “para loco” “a vos nunca se te cayeron algunas botellas vacías por la ventana” “fue un error de cálculo” “perdón, perdón”…

Todo volvió a estar desierto… y en profundo silencio…
y todos a dormir

Cabeza de Apio. Enero 17

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