jueves, 9 de mayo de 2013

Volver 1º parte


Una larga mesa, semicubierta con un rustico tejido, conquistaba la magia, el encanto, el de poder recorrer lo pasado.
Se lograba caminar de la mano arrugada, por la plaza de la infancia, o reír a carcajadas en esa noche, con amigos.
La pequeña lámpara hollinada, mostraba un piso desnudo, dispuesto a dejarte correr a entregar aquel perdón, que nunca fue pedido, que tanto te lastima, o ese te quiero mucho, que guardabas por vergüenzas, junto a las sonrisas más lindas.
Lo más bello del lugar, de esta húmeda posada, es que solo se podían soñar realidades.
El tiempo, el espacio y la imaginación, era lo más abundante, y donde no había imposibles, solo un simple mecanismo, el de encontrar un deseo, para retornar al pasado.
Eternas penumbras, o del sol más acogedor, tras la ventana más grande, o el sótano más oscuro, en una soledad abierta a la libertad, sin prisas…para revivir, o lo más feliz ,o para resolver lo más infeliz…
Allí se podía encontrar la razón, y la voluntad. La tristeza también estaba, detrás de esa puerta, la del cartel, con letras rojas, era una de las pocas puertas no frecuentadas.
Como no retornar a esos días tan desprolijos, donde el cansancio agotaba y era tan pasajero, al volver a empezar. A ese perfume que permanecía impregnado, en las manos, que quedaban sucias toda la noche, la atrapante tarde de la primera vez…
Recorrer la humildad de mis padres, tan difícil de copiar, como no ir a tomar una porción, para sentirla envuelta de agradecimientos, abrazos, y tanto amor…
Romper la alcancía de yeso, siempre tan paciente para nada, prepararle la leche a Manuela con pan adentro, cortado chiquitito o ayudarla con su tejido…
Mayo 2008 

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