Antes de ir a la cama por la noche, preparaba un zumo de limón,
con nueve gotas para no soñar, puntualmente a las veintidós horas nueve minutos.
Parte de la rutina era controlar que la funda de la almohada, este bien estirada y la abertura al centro y no al costado del pasillo.
La poción era preparada con una receta ancestral, clavo de olor, orégano fresco, cardamomo, flores de manzanilla, corteza de árbol de tilo, y tres tallos de pensamiento.
Las gotas tenían como finalidad, alejarme de los sueños fantásticos de cada noche, eran esos de no querer despertar.
Seguramente es y será el motivo para abandonar escribir tan fluidamente como lo hacia antes de los consejos de Rosita, la bruja del barrio.
Recurrí a ella cuando dormí y soñé durante tres días y tres noches.
Cabeza de Apio 22 Ago 2024